martes, 15 de julio de 2025

Parábola de las Acciones[1] Jesús de Nazareth ( Mateo 25:14-30)

 

 1.Un empresario tuvo que viajar y por esto llamó a sus empleados y les encargó sus bienes para que los administraran.

 2. A uno le dio cinco mil  acciones , y a otro dos mil , y a otro mil acciones, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se marchó sin avisar cuando regresaría. 

3. El que había recibido cinco mil acciones  fue y negoció con ellos, y ganó otras cinco mil Acciones .

4. Asimismo el que había recibido dos mil  acciones , ganó también otras dos mil. 

5. Pero el que había recibido mil  acciones, simplemente guardó el dinero de su jefe. 

6.  Después de cierto tiempo vino el jefe de aquellos empleados, y arregló cuentas con ellos. 

  7. Y llegando el que había recibido cinco mil acciones , trajo otras cinco mil acciones, diciendo: Jefe, cinco mil  acciones  me entregaste; aquí tiene, he ganado otras cinco mil sobre ellas. 

 8. Y su jefe le dijo: Te felicito, eres muy buen empleado y  uy honesto; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra a la reunión de celebración. 

9. Llegando también el que había recibido dos mil acciones , dijo: Jefe, dos mil  Acciones  me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos mil Acciones  sobre ellos. 

10.  Su jefe le dijo: Muy bien, eres un  buen empleado y honesto; sobre poco has sido honesto, sobre mucho te pondré; entra a la reunión de celebración.

11. Pero llegando también el que había recibido mil acciones , dijo: Jefe, te conocía que eres hombre duro, que cosechas  donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y guardé tu dinero en una caja fuerte; aquí tienes lo que es tuyo. 

 12. Respondiendo su jefe, le dijo: Empleado malo y negligente, sabías que cosecho donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. 

 13. Quítenle, pues, las mil acciones y entréguenselas al que tiene diez mil

14. “Porque al que es diligente, le será dado, y tendrá más;

y el que no es diligente, perderá aun lo que tiene .

 Y al empleado inútil despídanlo.



[1] La "Parábola de los Acciones " es una historia bíblica que se encuentra en Mateo 25:14-30, donde un amo confía a sus empleados diferentes cantidades de dinero, conocidos como Acciones , antes de emprender un viaje. Los dos primeros empleados invierten sus Acciones  y duplican sus cantidades, mientras que el tercer empleado, motivado por el miedo, entierra su talento y devuelve solo la cantidad original. Al regresar el amo, recompensa a los dos primeros empleados por su fidelidad y castiga al tercer empleado por su inacción, enfatizando la importancia de usar los dones y recursos de uno sabiamente.

 

viernes, 4 de julio de 2025

𝐄𝐋 𝐎𝐅𝐈𝐂𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝐂𝐑𝐄𝐀𝐑

(𝒐 𝑬𝒍 𝑨𝒓𝒕𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝑭𝒐𝒓𝒎𝒂 𝒅𝒆 𝑬𝒙𝒊𝒔𝒕𝒊𝒓)

 

Muchos, desde una mirada superficial, consideran que el arte es solo un pasatiempo, un hobby, una distracción delicada entre las obligaciones del “mundo real”. Pero esta visión ignora una verdad profunda y esencial: el arte no es un simple entretenimiento, sino una de las profesiones más nobles y complejas de la humanidad. Crear, imaginar, expresar, transformar emociones en formas, colores, palabras o movimientos no es un acto ocasional; es un compromiso de vida.

 

El verdadero arte no entiende de horarios fijos ni de días laborables. El artista trabaja en la mañana, cuando el sol apenas asoma y las ideas brotan como rocío; en la tarde, cuando las emociones maduran con la luz cálida; en la noche, cuando las sombras revelan lo oculto; y en la madrugada, cuando los pensamientos se vuelven más sinceros, más crudos. Incluso en el sueño, el arte persiste: es en la mente dormida donde muchas veces nacen las imágenes más audaces, los poemas más puros, las notas más limpias.

 

El artista no “tiene un trabajo”, el artista es su trabajo. Su vida y su obra se entrelazan hasta el punto de ser inseparables. Vive para crear y crea para vivir. No hay oficina ni reloj de salida. Cada experiencia, cada silencio, cada dolor y cada alegría alimenta su obra. El arte no respeta la lógica de la productividad ni obedece a jefes; obedece a la necesidad interior de dar forma a lo invisible, de decir lo que no puede decirse con palabras comunes.

 

Y por eso, el artista no se jubila. No puede hacerlo. Porque la inspiración no se interrumpe con un certificado de retiro, ni el impulso creativo se apaga con la edad. A diferencia de otras profesiones, que tienen un punto final formal, el arte es un fuego que acompaña hasta el último aliento. Muchos artistas han creado sus obras más conmovedoras en la vejez, cuando el cuerpo ya flaquea pero el alma ha alcanzado su mayor profundidad. Otros han dejado bocetos inconclusos, versos truncos, pinceladas a medio camino, segundos antes de su último suspiro.

 

El arte es un oficio, sí. Pero también es un destino. Es uno de los pocos caminos donde el ser humano puede buscar la eternidad desde lo efímero. Y en un mundo cada vez más acelerado y utilitario, el artista —ese ser que vive en la frontera entre lo visible y lo oculto— sigue recordándonos que lo más humano no siempre se puede medir, contar o vender. Que hay belleza en la dedicación absoluta, en la pasión silenciosa, en la vocación sin jubilación.

 

Porque el arte, cuando es verdadero, es para siempre. Y el artista, cuando lo es de alma, nunca deja de serlo. Ni siquiera después de morir.