martes, 27 de agosto de 2024

El lenguaje poético

 

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En oposición al lenguaje literal,  el lenguaje figurado consiste en referir o hacer alusión a un concepto mediante la utilización de términos pertenecientes a otros conceptos o categorías. En otras palabras, el lenguaje figurado mezcla especies y ámbitos con el objetivo de representar más bella y detalladamente características, situaciones, imágenes, etc. La metáfora es una de las figuras literarias que utiliza este tipo de lenguaje; Por ejemplo, al decir llueven lágrimas de los ojos del cielo, se usan ideas del concepto llorar para referirse a la lluvia, o en el hombre del corazón de oro, es utilizada una propiedad de un ámbito material (un metal), para describir un órgano del cuerpo cuyos rasgos son muy distintos a las características de los metales (mezcla de categorías).

Además de la metáfora, el lenguaje poético usa muchas figuras retóricas o literarias que producen símbolos y efectos estilísticos. Éstas, son recursos muy utilizados en la connotación y retórica, se encuentran también muy presentes en todas las formas del género lírico. Algunas de las más conocidas son:

·         Metáfora

·         Comparación

·         Antítesis

·         Personificación

·         Ironía

·         Epíteto

·         Hipérbole

·         Hipérbaton

·         Anáfora

·         Aliteración

 



[1] Pensamiento mítico. Este tipo de pensamiento se basa en simbolismos y creencias de lo sobrenatural para explicar cosas. Denominamos pensamiento mítico a un tipo de cosmovisión o intento de explicación de la realidad caracterizada por el uso de una lógica basada en el simbolismo. Se intenta satisfacer la necesidad de dotar de sentido a lo que nos rodea, con base en las creencias y valores propios de la época y la situación en la que se presenta . Tomado de: ¿qué es y cómo dirige nuestra mente?. Disponible en https://psicologiaymente.com/inteligencia/pensamiento-mitico

La Mujer Dormida (El cerro Popocatepetl)

 

[18]

1. Tonatiuh, el Dios Sol, vivía con su familia en el cielo allí donde no se conocía la oscuridad, ni la angustia.

2. El hijo del Dios Sol era el príncipe Izcozauhqui a quien le encantaban los jardines.

3. Un día el príncipe oyó hablar de los lindos jardines del señor Tonacatecuhtli así que curioso fue a conocerlos. Las plantas allí parecían más verdes y los prados frescos y cubiertos de rocío.

4.  Al descubrir una laguna resplandeciente se acercó a verla y allí se encontró con una mujer que salía de las aguas ataviada con vestidos de plata.

5. Se enamoraron de inmediato ante el beneplácito de los dioses.

Pasaban el tiempo juntos, recorrían un cielo y otro.

 Pero los dioses les prohibieron ir más allá del cielo.

6. Los enamorados conocían el firmamento. La curiosidad por saber qué había bajo el cielo hizo que descendieran a conocer la tierra.

7. Allí la vida era diferente. El sol no brillaba todo el tiempo, sino que descansaba por las noches. Había más colores, texturas[19], sonidos y animales[20] que en todos los cielos recorridos.

8. Los príncipes, al descubrir que la tierra era más hermosa que los paraísos celestiales decidieron quedarse a vivir en ella para siempre.

9. El lugar escogido para su morada estaba cerca de un lago, al lado de valles y montañas.

10. Los dioses, furiosos por la desobediencia de la pareja, decidieron un castigo. La princesa enfermó repentinamente, fueron vanos los esfuerzos de Izcozauhqui por aliviarla. La mujer supo que esa era el castigo de los dioses.

11. La princesa, antes de morir, le pidió a Izcozauhqui que la llevara a una montaña con el fin de estar junto a las nubes, para que, cuando él regresara con su padre, pudiera verla más cerca desde el cielo.

12. Fueron sus últimas palabras, después se quedó quieta y blanca como la nieve.

13. El príncipe caminó días y noches hasta llegar a la cima de la montaña. Encendió una antorcha cerca de ella, la veló, como si la princesa durmiera.

14. Izcozauhqui se quedó junto a ella, sin moverse, hasta morir.

15.  Ella se convirtió en la mujer dormida (Iztaccíhuatl) y él en el cerro que humea (Popocatépetl[21]).

Fin

Los hombres de mantequilla


Gianni Rodari

1.      Juanito Pierdedía, gran viajero y famoso explorador, llegó una vez al país de los hombres de mantequilla. Si les daba el sol se derretían, por lo que tenían que estar siempre a la sombra, y vivían en una ciudad en la que en lugar de casas había frigoríficos.

2.      Juanito se paseaba por las calles y los veía asomados a las ventanillas de sus frigoríficos, con una bolsa de hielo en la cabeza.

3. En el portillo de cada frigorífico había un teléfono para hablar con el inquilino.
- Oiga.
- Diga.
- ¿Con quién hablo?
- Soy el rey de los hombres de mantequilla. Todos de nata de primera calidad. Leche de vaca suiza. ¿Se ha fijado bien en mi frigorífico?
- ¡Caramba, es de oro macizo! ¿Pero no sale nunca de ahí?
- En invierno, cuando hace bastante frío, y en un automóvil de hielo.
- ¿Y si por casualidad sale el sol de improvisto mientras Vuestra Majestad está pasando?
- No puede hacerlo, no está permitido. Lo haría encarcelar por mis soldados.
- ¡Buf!- dijo Juanito. Y se fue a otro país.

FIN



MUCHAS PREGUNTAS[2]

 


Gianni Rodari

            Érase una vez un niño que hacía muchas preguntas, lo cual no es un mal, sino un bien. Pero era difícil dar una respuesta a las preguntas de aquel niño.
Por ejemplo, preguntaba:
-¿Por qué los cajones tienen mesas?
La gente le miraba y quizás respondía:
- Los cajones sirven para guardar los cubiertos.
- Ya sé para lo que sirven los cajones, pero no sé por qué los cajones tienen mesas.
La gente meneaba la cabeza y le dejaba en paz. En otra ocasión preguntaba:
-¿Por qué las colas tiene peces?
O bien:
-¿Por  qué los bigotes tienen gatos?
La gente meneaba la cabeza y se marchaba a sus asuntos.
El niño crecía y no cesaba nunca de hacer preguntas. Incluso cuando se convirtió en hombre iba por ahí preguntando esto o aquello. Como nadie le contestaba, se retiró a vivir a una casita en la cima de una montaña, y se pasaba todo el tiempo pensando en las preguntas, que escribía en una libreta; luego reflexionaba para encontrar la respuesta, pero no la encontraba.
por ejemplo, escribía:
"¿Por qué la sombra tiene un pino?"
"Por qué las nubes no escriben cartas?"
"Por qué las tapas no beben cerveza?"
escribía tantas preguntas que acababa doliéndole la cabeza, pero él no se daba cuenta. También le creció la barba, pero no se la cortó. Es más, se preguntaba:"¿Por qué la barba tiene cara?".
En suma, era un fenómeno. Cuando murió, un sabio hizo investigaciones y descubrió que aquel individuo se había acostumbrado ya desde pequeño a ponerse calcetines al revés y no había logrado ponérselos bien siquiera una vez. Y así no había podido aprender nunca a hacer bien las preguntas. A mucha gente le pasa lo que a él.
 FIN


Uno y siete


Gianni Rodari

He conocido un niño que tenía siete años. Vivía en Roma, se llamaba Paolo y su padre era un tranviario. Pero vivía también en París, se llamaba Jean y su padre trabajaba en una fábrica de automóviles.
Pero vivía también en Berlín, y allá arriba se llamaba Kart y su padre era un profesor de violonchelo.
Pero vivía también en Moscú, se llamaba Yuri, como Gagarin, y su padre era albañil y estudiaba matemáticas. Pero vivía también en Nueva York, se llamaba Jimmy, y su padre tenía una gasolinera.
¿Cuántos he dicho ya? Cinco. Me faltan dos:
Uno se llamaba Ciú, vivía en Shanghái y su padre era un pescador; el último se llamaba Pablo, vivía en Buenos Aires, y su padre era escalador.
Paolo, Jean, Kart, Yuri, Jimmy, Ciú y Pablo eran siete pero siempre el mismo niño que tenía ocho años, sabía ya leer y escribir y andaba en bicicleta sin apoyar las manos en el manillar. Paolo era trigueño, Jean era blanco y Kart, castaño, pero eran el mismo niño. Yuri tenía la piel blanca, Ciú la tenía amarilla, pero eran el mismo niño. Pablo iba al cine en español y Jimmy en inglés, pero eran el mismo niño, y reían en el mismo idioma.
Ahora han crecido los siete, y no podrán hacerse la guerra, porque los siete son una sola persona.
FIN

Jaime de Cristal



 Gianni Rodari

1.      En una lejana ciudad nació en cierta ocasión un niño que
era transparente. Se podía ver a través de sus miembros como se ve a través del aire y del agua.

2.      Era de carne y hueso y parecía de vidrio, y si se caía no se rompía en mil pedazos, sino que, como máximo, se hacía un chichón en la frente.

3.      Se veía latir su corazón y se veían sus pensamientos inquietos como los peces de colores en su pecera.

4.      Una vez el niño dijo una mentira por equivocación, y la gente vio inmediatamente algo como una bolita de fuego a través de su frente; dijo la verdad, y la bolita de fuego desapareció. Durante el resto de su vida no volvió a decir más mentiras.

5.      En otra ocasión, un amigo le confió un secreto y todos vieron inmediatamente algo como una bolita negra que giraba ininterrumpidamente dentro de su pecho, y el secreto dejó de serlo.

6.      El niño creció, se hizo un muchachote, luego hombre, y todos podían leer sus pensamientos, y cuando se le hacía una pregunta adivinaban su respuesta antes de que abriera la boca.

7.      Se llamaba Jaime, pero la gente le llamaba Jaime de Cristal, y lo apreciaban por su lealtad, y a su lado todos se volvían amables.

8.      Desgraciadamente, un día subió al gobierno de aquel país un feroz dictador y comenzó entonces un período de opresiones, de injusticias y de miseria para el pueblo.
9.      El que osaba protestar desaparecía sin dejar huella. El que se rebelaba era fusilado. Los pobres eran perseguidos, humillados y ofendidos de cien maneras. La gente callaba y aguantaba, temerosa de las consecuencias.

10. Pero Jaime no podía callar. Aunque no abriese la boca, sus pensamientos hablaban por él: era transparente y todos leían en su frente sus pensamientos de desdén y de condena a las injusticias y violencias del tirano.

11. Luego, a escondidas, la gente comentaba los pensamientos de Jaime y así renacía en ellos la esperanza.

12. El tirano hizo detener a Jaime de Cristal y ordenó que lo encerraran en la más oscura de las prisiones.

13. Pero entonces sucedió algo extraordinario. Las paredes de la celda en que había sido encerrado Jaime se volvieron transparentes, y luego también las paredes del edificio, y finalmente también los muros exteriores de la prisión.

14. La gente que pasaba cerca de la cárcel veía a Jaime sentado en su taburete, como si la prisión fuese también de cristal, y continuaban leyendo sus pensamientos.

15. Por la noche la prisión esparcía a su alrededor una gran luminosidad y el tirano hacía cerrar todas las cortinas de su palacio para no verla, pero ni así conseguía dormir.

16. Incluso estando encarcelado, Jaime de Cristal era más poderoso que él, porque la verdad es más poderosa que cualquier otra cosa, más luminosa que el día, más terrible que un huracán.
                                                                                       FIN