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Discurso del Cacique Guaicaipuro
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Regiones Naturales de Colombia
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Tio
conejo y la piedra de Cóndor
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educativa
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Uno
y Siete (Gianni Rodari)
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Muchas
preguntas(Gianni Rodari)
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Cuento
de Creación colectiva: “Buscando un tesoro en ADZ”
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Cuentos:
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Uno y siete. Gianni Rodari
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Preguntas. Gianni Rodari
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Discurso
del Cacique Guaicaipuro
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Región Insular //reescribir Cuento de Creación colectiva:
“Buscando un tesoro en ADZ”
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Relatar
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Narrar Cuento de Creación colectiva:
“Buscando un tesoro en ADZ”.
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III.
Aprender haciendo
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Grabar una Radionovela y/o escribir un comic
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Discurso del cacique Guaicaipuro Cuauhtémoc ante la Reunión de Jefes de
Estado de la Comunidad Europea (8/FEB/2002)[1]
Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuauhtémoc, he venido a encontrar a los que celebran el Encuentro. Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron América hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que se la encontraron hace quinientos. Aquí pues nos encontramos todos: sabemos lo que somos, y es bastante. Nunca tendremos otra cosa.
El
hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a
los que me Descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago de una Deuda
contraída por Judas a quienes nunca autoricé a venderme.
El
hermano leguleyo europeo me explica que toda Deuda se paga con intereses, aunque
sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles consentimiento. Ya
los voy descubriendo. También yo puedo reclamar pago. También puedo reclamar
intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre
recibo, firma sobre firma, que sólo entre el año de 1503 y el de 1660 llegaron
a Sanlúcar de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata
provenientes de América. ¿Saqueo? No lo creyera yo, porque es pensar que los
hermanos cristianos faltan a su séptimo mandamiento. ¿Expoliación? Guárdeme
Tonatzin de figurarme que los europeos, igual que Caín, matan y después niegan
la sangre del hermano. ¿Genocidio? Eso sería dar crédito a calumniadores como
Bartolomé de las Casas, que califican al Encuentro de Destrucción de las
Indias, o a ultrosos como el doctor Arturo Uslar Pietri, quienes afirman que el
arranque del capitalismo y de la actual civilización europea se debió a esa
inundación de metales preciosos. No, esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de
kilos de plata deben ser considerados como el primero de varios préstamos
amigables de América para el desarrollo de Europa. Lo contrario, sería
presuponer crímenes de guerra, lo cual daría derecho, no sólo a exigir
devolución inmediata, sino a indemnización por daños y perjuicios. Yo,
Guaicaipuro Cuauhtémoc, prefiero creer en la menos ofensiva de la hipótesis.
Tan fabulosas
exportaciones de capital no fueron más que el inicio de un Plan Marshalltzuma
para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus
deplorables guerras contra los cultos musulmanes, defensores del álgebra, la
poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización. Por
ello, al acercarnos al Quinto Centenario del Empréstito, podemos preguntarnos:
¿han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable, o por lo menos
productivo de los recursos tan generosamente adelantados por nuestro Fondo
Indoamericano Internacional? Deploramos decir que no.
En lo estratégico, lo
dilapidaron en batallas de Lepanto, Armadas Invencibles, Terceros Reichs y
otras formas de exterminio mutuo, sin más resultado que acabar ocupados por las
tropas gringas de la OTAN, como Panamá (pero sin canal). En lo financiero, han
sido incapaces -después de una moratoria de 500 años- tanto de cancelar capital
o intereses, como de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas
y la energía barata que les exporta el Tercer Mundo. Este deplorable cuadro
corrobora la afirmación de Milton Friedman conforme a la cual una economía
subsidiada jamás podrá funcionar. Y nos obliga a reclamarles -por su propio
bien- el pago de capital e intereses que tan generosamente hemos demorado todos
estos siglos. Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a los
hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas flotantes de interés de un 20%
y hasta un 30% que los hermanos europeos cobran a los pueblos del Tercer Mundo.
Nos limitaremos a
exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico
interés fijo de un 10% anual acumulado durante los últimos trescientos años.
Sobre esta base, y aplicando la europea fórmula del interés compuesto,
informamos a los Descubridores que sólo nos deben, como primer pago de la
Deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y otra de 16 millones de kilos de
plata, ambas elevadas a potencia de trescientos. Es decir: un número para cuya
expresión total serían necesarias más de trescientas cifras, y que supera
ampliamente el peso de la Tierra.
Muy pesadas son estas moles de oro y
de plata. ¿Cuánto pesarían calculadas en sangre? Aducir que Europa en medio
milenio no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar este módico
interés, sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la
demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo.
Tales
cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los indoamericanos.
Pero sí exigimos la inmediata firma de una Carta de Intención que discipline a
los pueblos deudores del Viejo Continente, y los obligue a cumplirnos sus
compromisos mediante una pronta Privatización o Reconversión de Europa, que les
permita entregárnosla entera como primer pago de su Deuda histórica.
Dicen
los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una bancarrota que
le impide cumplir sus compromisos financieros o morales. En tal caso, nos
contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con la que mataron al
poeta. Pero no podrán: porque esa bala, es el corazón de Europa. Guaicaipuro Cuauhtémoc
Uno y siete
Gianni
Rodari
He
conocido un niño que tenía siete años. Vivía en Roma, se llamaba Paolo y su
padre era un tranviario. Pero vivía también en París, se llamaba Jean y su
padre trabajaba en una fábrica de automóviles.
Pero
vivía también en Berlín, y allá arriba se llamaba Kart y su padre era un
profesor de violonchelo.
Pero
vivía también en Moscú, se llamaba Yuri, como Gagarin, y su padre era albañil y
estudiaba matemáticas. Pero vivía también en Nueva York, se llamaba Jimmy, y su
padre tenía una gasolinera.
¿Cuántos
he dicho ya? Cinco. Me faltan dos:
Uno
se llamaba Ciú, vivía en Shanghái y su padre era un pescador; el último se
llamaba Pablo, vivía en Buenos Aires, y su padre era escalador.
Paolo,
Jean, Kart, Yuri, Jimmy, Ciú y Pablo eran siete pero siempre el mismo niño que
tenía ocho años, sabía ya leer y escribir y andaba en bicicleta sin apoyar las
manos en el manillar. Paolo era trigueño, Jean era blanco y Kart, castaño, pero
eran el mismo niño. Yuri tenía la piel blanca, Ciú la tenía amarilla, pero eran
el mismo niño. Pablo iba al cine en español y Jimmy en inglés, pero eran el
mismo niño, y reían en el mismo idioma.
Ahora
han crecido los siete, y no podrán hacerse la guerra, porque los siete son una
sola persona.
FIN
MUCHAS PREGUNTAS[2]
Gianni Rodari
Érase una vez un niño que hacía muchas
preguntas, lo cual no es un mal, sino un bien. Pero era difícil dar una
respuesta a las preguntas de aquel niño.
Por
ejemplo, preguntaba:
-¿Por qué los cajones tienen mesas?
La
gente le miraba y quizás respondía:
- Los
cajones sirven para guardar los cubiertos.
- Ya sé
para lo que sirven los cajones, pero no sé por qué los cajones tienen mesas.
La
gente meneaba la cabeza y le dejaba en paz. En otra ocasión preguntaba:
-¿Por qué las colas tiene peces?
O bien:
-¿Por qué los bigotes tienen gatos?
La gente
meneaba la cabeza y se marchaba a sus asuntos.
El niño
crecía y no cesaba nunca de hacer preguntas. Incluso cuando se convirtió en
hombre iba por ahí preguntando esto o aquello. Como nadie le contestaba, se
retiró a vivir a una casita en la cima de una montaña, y se pasaba todo el
tiempo pensando en las preguntas, que escribía en una libreta; luego
reflexionaba para encontrar la respuesta, pero no la encontraba.
por
ejemplo, escribía:
"¿Por qué la sombra tiene un pino?"
"Por qué las nubes no escriben cartas?"
"Por qué las tapas no beben cerveza?"
escribía
tantas preguntas que acababa doliéndole la cabeza, pero él no se daba cuenta.
También le creció la barba, pero no se la cortó. Es más, se preguntaba:"¿Por qué la barba tiene cara?".
En suma, era un fenómeno. Cuando murió, un sabio hizo
investigaciones y descubrió que aquel individuo se había acostumbrado ya desde
pequeño a ponerse calcetines al revés y no había logrado ponérselos bien
siquiera una vez. Y así no había podido aprender nunca a hacer bien las
preguntas. A mucha gente le pasa lo que a él.
FIN
Jaime de Cristal
Gianni Rodari
1.
En una
lejana ciudad nació en cierta ocasión un niño que
era transparente. Se podía ver a través de sus miembros como se ve a
través del aire y del agua.
2.
Era de
carne y hueso y parecía de vidrio, y si se caía no se rompía en mil pedazos,
sino que, como máximo, se hacía un chichón en la frente.
3.
Se veía
latir su corazón y se veían sus pensamientos inquietos como los peces de
colores en su pecera.
4.
Una vez
el niño dijo una mentira por equivocación, y la gente vio inmediatamente algo
como una bolita de fuego a través de su frente; dijo la verdad, y la bolita de
fuego desapareció. Durante el resto de su vida no volvió a decir más mentiras.
5.
En otra
ocasión, un amigo le confió un secreto y todos vieron inmediatamente algo como
una bolita negra que giraba ininterrumpidamente dentro de su pecho, y el
secreto dejó de serlo.
6.
El niño
creció, se hizo un muchachote, luego hombre, y todos podían leer sus
pensamientos, y cuando se le hacía una pregunta adivinaban su respuesta antes
de que abriera la boca.
7.
Se
llamaba Jaime, pero la gente le llamaba Jaime de Cristal, y lo apreciaban por
su lealtad, y a su lado todos se volvían amables.
8.
Desgraciadamente,
un día subió al gobierno de aquel país un feroz dictador y comenzó entonces un
período de opresiones, de injusticias y de miseria para el pueblo.
9.
El que
osaba protestar desaparecía sin dejar huella. El que se rebelaba era fusilado. Los
pobres eran perseguidos, humillados y ofendidos de cien maneras. La gente
callaba y aguantaba, temerosa de las consecuencias.
10. Pero Jaime no podía callar. Aunque no abriese la
boca, sus pensamientos hablaban por él: era transparente y todos leían en su
frente sus pensamientos de desdén y de condena a las injusticias y violencias
del tirano.
11. Luego, a escondidas, la gente comentaba los
pensamientos de Jaime y así renacía en ellos la esperanza.
12. El tirano hizo detener a Jaime de Cristal y ordenó
que lo encerraran en la más oscura de las prisiones.
13. Pero entonces sucedió algo extraordinario. Las
paredes de la celda en que había sido encerrado Jaime se volvieron
transparentes, y luego también las paredes del edificio, y finalmente también
los muros exteriores de la prisión.
14. La gente que pasaba cerca de la cárcel veía a Jaime
sentado en su taburete, como si la prisión fuese también de cristal, y
continuaban leyendo sus pensamientos.
15. Por la noche la prisión esparcía a su alrededor una
gran luminosidad y el tirano hacía cerrar todas las cortinas de su palacio para
no verla, pero ni así conseguía dormir.
16. Incluso estando encarcelado, Jaime de Cristal era
más poderoso que él, porque la verdad es más poderosa que cualquier otra cosa,
más luminosa que el día, más terrible que un huracán.
FIN
Los hombres de mantequilla
Gianni Rodari
1. Juanito Pierdedía, gran viajero y famoso explorador, llegó
una vez al país de los hombres de mantequilla. Si les daba el sol se derretían,
por lo que tenían que estar siempre a la sombra, y vivían en una ciudad en la
que en lugar de casas había frigoríficos.
2. Juanito se paseaba por las calles y los veía asomados a las
ventanillas de sus frigoríficos, con una bolsa de hielo en la cabeza.
3.
En el portillo de cada frigorífico había un teléfono para hablar con el
inquilino.
- Oiga.
-
Diga.
- ¿Con quién hablo?
-
Soy el rey de los hombres de mantequilla. Todos de nata de primera calidad.
Leche de vaca suiza. ¿Se ha fijado bien en mi frigorífico?
- ¡Caramba, es de oro macizo! ¿Pero no
sale nunca de ahí?
-
En invierno, cuando hace bastante frío, y en un automóvil de hielo.
- ¿Y si por casualidad sale el sol de
improvisto mientras Vuestra Majestad está pasando?
-
No puede hacerlo, no está permitido. Lo haría encarcelar por mis soldados.
- ¡Buf!- dijo Juanito. Y se fue a otro país.
FIN
TIO CONEJO Y LA PIEDRA DEL
REY CONDOR[1]
Un cuento del Tío Nicolás.
Canción de
ambientación
YO ME LLAMO CUMBIA
Autor: Mario Gareña
Ritmo: Cumbia[1]
Yo me llamo cumbia,
yo soy la reina por donde voy,
no hay una cadera que
se este quieta donde yo estoy,
mi piel es morena
como los cueros de mi tambor,
y mis hombros son un
par de maracas que besa el sol. (bis)
Tengo
en la garganta una fina flauta que Dios me dio,
canuto
de millo, olor de tabaco, aguardiente y ron,
tomo
mi mochila, enciendo la vela y repica el son,
y
enredo en la luna y en las estrellas toda mi voz. (bis)
Como soy la reina, me
hace la corte un fino violin,
me enamora un piano,
me sigue un saxo y oigo un clarin,
y toda la orquesta
forma una fiesta en torno de mi,
y yo soy la cumbia,
la hembra coqueta y bailo feliz. (bis)
Yo
naci en las bellas playas caribes de mi pais,
soy
Barranquillera, Cartagenera, yo soy de ahi,
soy
de Santa Marta, soy Monteriana, pero eso si,
yo
soy Colombiana, ¡oh! tierra hermosa donde naci. (bis)
Una tarde Tío Zorro estuvo a
punto de atrapar a Tío Conejo.
Fue en el pozo, mientras Tío
Conejo bebía, tranquilo, sin saber que tío Zorro lo miraba agazapado entre las
matas.
De repente, Tío Zorro dio un
gran salto para caer justo sobre él, pero Tío Conejo alcanzó a oírlo y escapó.
Brincando de una mata a otra, logró
despistarlo y ya fatigado, se tendió en una gramita húmeda a descansar.
Miraba los helechos y las
grandes mariposas azules mientras el corazón se le aquietaba.
En eso, vio asomarse a Tío Morrocoy.
- Pero si eres tú, tío Morrocoy. ¡Qué susto me pegaste!
- ¿y de
quién escapas hoy, Tío Conejo?
Pregunto tio morrocoy
- Ahorita, de tío
Zorro. Ayer, que de Tío tigre;
antier, de tío León y
la semana pasada de Tío Gavilán. ¿Qué te
parece oye?
- Resígnate. Tío Conejo. Esa es la suerte de
nosotros, los pequeños
- Ah, sí, para usted es fácil decirlo con ese
tremendo carapacho que carga.
Nadie se atreve a
meterle el diente.
Ni tampoco al
armadillo[1] ni al puercoespín.
Todos tienen con qué
defenderse:
Tío Venado y Tío Toro
tienen sus cachos y las aves tienen sus alas.
Y, míreme a mí, yo no
tengo nada.
-
¿Y tus veloces piernas, Tío Conejo?
¿No
crees que son tus mejores armas?
- Es verdad. Pero no
me bastan mis piernas. Yo quisiera algo más.
¡Cómo me gustaría
pelear con los animales más feroces y ganarles siempre!
-
Para eso necesitarías la piedra del Cóndor, Tío Conejo.
Los
animales de la selva dicen que es el mayor amuleto contra el peligro y
que da poderes mágicos a quien la posee.
Pero es muy difícil conseguirla. Sólo se
encuentra en el nido del Rey Cóndor.
Desde ese día Tío Conejo sólo pensó en la piedra del rey
de los Cóndores.
¡Qué chevere sería
ser invencible y poderoso!. ¡Qué chevere
!.
Una
mañana, Tío Conejo vio volando muy alto en el cielo a un gran pájaro de amplias alas y colores blanco y
negro. ¡Era el Rey de los Cóndores!.
Volaba sin esfuerzo hacía las montañas azules de la
sierra nevada [1]
que se veían en el horizonte.
“¡Seguro que allí está su nido!”,
pensó Tío Conejo y corrió veloz, siguiéndolo.
Corrió mucho, mucho, hasta que llegó, jadeando, al pie de
las empinadas montañas.
Desde allí vio cómo el Rey
Cóndor se remontaba aún más para desaparecerse por una grieta del picacho más
alto, allá, casi entre las nubes. Tío Conejo tomó aliento y comenzó a trepar.
Por fin llegó junto al nido y sin pararse a descansar le contó al Rey Cóndor por qué quería la piedra mágica.
- La piedra está
aquí, en mi nido, pero no puedo dártela ahora.
Primero tienes que
cumplir cuatro pruebas.
Tío Conejo estaba feliz
- Mande usted, Tío
Rey Cóndor. Yo haré lo que me diga.
- Pon atención. Te entregaré
la piedra cuando me hayas traído lo siguiente:
un colmillo de caimán[1],
una culebra[1]
sabanera,
un pelo de las barbas
del puma
y algunas lágrimas de
tigre.
Tío Conejo bajó de la
montaña y esa noche durmió contento. A la mañana siguiente cogió su cuatro y un
garrote y se fue a la orilla del río. Allí se puso a cantar: (Coplas
con la música de "Se va el caimán")
//Un
colmillo de caimán
busco
de cualquier manera //
//y
también una culebra
Caimán, nombre común
de tres tipos de reptiles del orden de los cocodrilos. Son muy similares al
aligátor, excepto por las escamas óseas que tienen en la zona ventral. Todos
viven en los trópicos americanos. El más grande es el caimán negro de los ríos
Orinoco y Amazonas, cuya longitud puede superar los 4,5 m; está en peligro de
extinción. El más pequeño, con cerca de 1,5 m de longitud es el caimán
almizclado, que tiene la piel fuertemente osificada. Una de las especies más
numerosas es el caimán de anteojos, así llamado debido al saliente que tiene
entre los ojos, que recuerda vagamente a unos anteojos.
que llaman la sabanera//.
//Busco lágrimas de
tigre
y aunque haya
complicación//
//yo conseguiré un
pelito
de las barbas de Tío
puma.//
Tío Sapo[1] dormitaba entre los juncos
de la orilla y al escuchar la guitarra y la canción
se despabiló. Dando salticos
se acercó a Tío Conejo para hacer la segunda voz.
Juntos cantaron y bailaron y
luego Tío Sapo cogió el acordeón para
tocar otras coplas
i
//Tia
culebra sabanera tan fregada y tan mañosa//
//va
a caer bien redondita
por
confiada y por bocona//
ii
//Tio
tigre se cree muy macho
A
todos les mete miedo//
//Pero
con este conejo
va
a llorar hasta bien viejo//
iii
//Tío
puma que es tan pulido
tan
gomelo y tan pintoso//
//va
a quedar muy sorprendido
cuando
se vea canoso//
iii
//Ya
va a ver ese caimán
que
se dice inteligente//
//que
antes de la madrugada
de
un golpe le arranco un diente//
Apenas con la punta del
hocico asomada sobre la superficie del río, Tío Caimán dormía.
El ruido que hacían los
músicos le hizo despertar de mal humor.
Lentamente se fue acercando
a los cantores.
Tío Conejo lo miraba con un
ojo.
Tío Caimán avanzaba.
Traía la inmensa boca
abierta.
Cuando calculó que lo tenía
a buena distancia.
Tío Conejo le dio un solo
golpe con el garrote.
Un enorme colmillo saltó por
el aire.
Tío Conejo lo cogió al vuelo
y con tres brincos se alejó.
Al otro día, Tío Conejo
preparó un tapón bien ajustado para su calabazo encabullado
y salió a buscar a la
culebra sabanera.
a encontró tomando sol junto
a unos bejucos.
- Hola, Tía Culebra.
Justamente de usted
estaban hablando unos animales
, allí cerca de la
laguna.
- ¿Y qué decían?
–dijo la culebra desenrollándose.
- Pues... no eran
cosas muy buenas.
- ¿Cómo va a ser?
–silbó
la sabanera-.
Dime qué decían esos chismosos
–y miró a Tío Conejo con sus ojos amarillos.
Tío Conejo volteó para no verla:
- Pues... decían que
usted no es capaz de deslizarse por una grieta pequeña ni pasar por un agujero
estrecho.
Que usted no es
siquiera capaz de meterse en una jarra
de boca ancha.
- ¿Eso decían?
Animales estúpidos.
Dame acá tu calabazo
y ve tú mismo, tío Conejo.
Y en segundo la culebra
sabanera se metió en el calabazo encabullado.
De un salto, Tío Conejo le
ajustó el tapón y cargó con calabazo y culebra.
De regreso a su casa se topó
con Tío Puma .
Se le veía contento, con la
barriga llena,
y Tío Conejo se atrevió a
saludarlo:
- Hola, Tío Puma. Qué
bien se le ve.
El Puma sonrió satisfecho y a Tío Conejo se le
ocurrió una idea. Se acercó y se le quedó mirando fijamente:
- No puede ser
No puede ser que
usted tenga en su barba un pelo gris como los de Tío Burro.
¡Qué mal se ve todo
un puma con un pelo de burro!
Tío Puma gruño:
- ¿Y que esperas, Tío
Conejo?
Arráncamelo de una
vez.
Y Tío Conejo hizo
enseguida lo que Tío Puma[1] le ordenaba.
Esa tarde en su casa,
Tío Conejo exprimió el jugo de varios limones en una calabacito.
//Ahora ya a tengo el
colmillo,
la culebra y el
pelito//
//Pero todavia
me faltan las lágrimas de Tío
Tigrito//
canturreaba.
Muy temprano al día
siguiente se fue camino de la casa de Tío Tigre.
Cerca de allí se encaramó a
un samán y se puso a esperar.
Al rato, pasó Tío Tigre
todavía soñoliento pero con mucha hambre.
Tío Conejo habló desde el
árbol:
- ¡Qué sabroso está
este pastel!
¿No quiere compartir
mi desayuno, Tío Tigre?
- ¿Compartir? Nada de
eso.
pastel y conejo serán mi desayuno
–rugió Tío Tigre y se trepó al samán.
- Por aquí
–gritó Tío Conejo desde
arriba.
Tío Tigre miró las ramas altas del samán y en ese mismo
instante, Tío Conejo le lanzó a los ojos el jugo de limón.
Tío Tigre rugió y lloró. Por su nariz rodaron unas
enormes lagrimotas.
Tío Conejo tuvo tiempo de ir a lavar el calabacito al río y
recoger de regreso diez lágrimas de tigre.
Al día siguiente se presentó en el nido del Rey Cóndor.
- Aquí están los
cuatro encargos que me hizo.
El rey Cóndor examinó con
cuidado el colmillo de caimán,
la culebra sabanera,
el pelito del Puma
y las lágrimas del tigre.
Y se quedó pensativo.
- Ahora me puede dar
la piedra del Cóndor.
-dijo Tío Conejo orgulloso.
- Sí, ahora puedo
dártela
–dijo el Rey Cóndor y con el
pico le alargó una piedra redonda y blanca.
Tío Conejo la tocó.
Era lisa y fría y parecía
brillar con la luz. Tío Conejo estaba feliz.
- Pero hay algo que
tengo que decirte, Tío Conejo
–graznó el Rey Cóndor-.
Esa es una piedra de estas montañas
que mis hijos y yo
hemos alisado afilando en ella nuestros picos.
Es una piedra
cualquiera.
No es una piedra
mágica ni puede darte ningún poder.
Tío conejo no podía creerlo. Se veía tan blanca y pulida.
Tenía que haber un poder oculto en ese trozo de roca
- El poder no está en
la piedra
–continuó el Rey Cóndor
- sino en ti mismo.
Guárdala para que
recuerdes que sin ella lograste cuatro cosas casi imposibles.
Tío Conejo bajó sin prisa de la montaña. Guardó la piedra
del Cóndor y cada vez que lo persigue Tío Tigre, toca su amuleto y se acuerda
de sus cuatro hazañas.
Entonces el mundo
le parece más luminoso y sus piernas más veloces.
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[1] El
texto es una obra de ficción, pero su contenido es tan aceradamente cierto, la
crítica a los europeos tan absolutamente justificada y la redacción tan
ingeniosa, que merece ser leído y difundido.El cacique Guaicaipuro existió hace
poco menos de quinientos años, aunque su nombre real no incluía el ahora
añadido Cuatemoc. El autor del relato es Luis Britto García, que lo publicó el
6 de octubre de 2003, con motivo del Día de la Resistencia indígena (12 de
0ctubre), bajo el título de "Guaicaipuro Cuatemoc cobra la deuda a
Europa".
El autor: Luis Britto García (Caracas, 1940). Escritor venezolano. Su obra de ficción, formalmente experimental, elabora una crítica de la situación política y social de su país (Rajatabla, 1970; Abrapalabra, 1980; La orgía imaginaria, 1983). También se ha dedicado al ensayo, entre cuyos títulos cabe citar El imperio contracultural: del rock a la posmodernidad (1991). Premio Casa de las Américas en 1970 y premio nacional de literatura en 1980. http://www.pepe-rodriguez.com/Ecologia_Consumo/Deuda_externa_indigena.htm
El autor: Luis Britto García (Caracas, 1940). Escritor venezolano. Su obra de ficción, formalmente experimental, elabora una crítica de la situación política y social de su país (Rajatabla, 1970; Abrapalabra, 1980; La orgía imaginaria, 1983). También se ha dedicado al ensayo, entre cuyos títulos cabe citar El imperio contracultural: del rock a la posmodernidad (1991). Premio Casa de las Américas en 1970 y premio nacional de literatura en 1980. http://www.pepe-rodriguez.com/Ecologia_Consumo/Deuda_externa_indigena.htm
[2] http://quetendralaprincesa.blogspot.com.co/2012/05/cuentos-por-telefono.html