Julito se encontraba en la terraza de
su casa jugando con una pelota mientras, en su acostumbrado rincón, el
gato de la familia dormía
plácidamente sobre una pequeña alfombra. En ese momento llegó el padre, lo cargó, le dio un beso y lo elevó hasta que su cabeza rozó el techo, luego lo hizo descender muy rápido, motivando la risa del niño.
plácidamente sobre una pequeña alfombra. En ese momento llegó el padre, lo cargó, le dio un beso y lo elevó hasta que su cabeza rozó el techo, luego lo hizo descender muy rápido, motivando la risa del niño.
–Si me dices cuántos años cumplirás
el domingo, te daré un paquete de caramelos de los que tanto te gustan.
–Cinco –dijo el niño alzando la voz a tiempo que mostraba
todos los dedos de su mano derecha.
–Muy bien, ya verás qué fiesta más
bonita vamos a darte tu mamá y yo. Vendrá un payaso, también habrá una piñata
muy grande, globos y muchos regalos.
–¿Y qué habrá dentro de la piñata?
–Caramelos, pitos y juguetes para que
los compartas con tus invitados.
–Papi, yo quiero que venga un amiguito que conocí el otro día.
–Seguro que puede venir, me alegro mucho de que tengas
un amigo. ¿Dónde lo conociste?
–En el parque, desde que nos conocimos nos vemos todos
los días. Ayer vino a visitarme al jardín.
–¿Vino con su mamá?
–No, él siempre anda solo.
–¿A qué se dedica tu amigo?
–A cantar, le gusta tanto que no dejó de hacerlo ni cuando
estuvo preso.
–¡Estuvo preso!
–Sí, pero se escapó y ahora es libre.
–¿Tu mamá sabe eso?
–Todavía no se lo he dicho, pero antes de acostarme se lo voy
a decir.
–Mi amor, yo no puedo consentir que seas amigo de alguien
que haya estado en la cárcel. Dime ahora mismo quién es ese muchacho.
–Es un ruiseñor de lo más bonito. ¿Por qué no puedo ser
su amigo?
–¡Ah! –Exclamó el padre sonriendo aliviado y luego agregó –pensé
que era una persona, pero si es un ruiseñor no solo puedes ser su amigo,
sino que voy a comprarte la jaula más bonita que encuentre y allí lo
encerraremos, para que lo tengas cerca.
–Pero él es feliz siendo libre, ¿para qué hay que encerrarlo?
–A los pajaritos bonitos y buenos se les encierra en una
jaulita, para cuidarlos mejor.
–¿Y a las personas que son bonitas y buenas también
las encierran?
–No, son a las personas malas a las que es necesario meter en
la cárcel.
–¿Y por qué a los animales buenos los encierran igual que a
las personas malas?
–Bueno… es así…
–Papi, ¿a los animales buenos los trancan en jaulas y a los
que son malos los dejan libres?
–No, a los animales malos se les mata.
–Si a los buenos los encierran y a los malos les matan, ¿a
quiénes dejan libres?
El padre sonrió sin encontrar respuesta a la pregunta que
su pequeño hijo le hacía y luego, para salir del paso, le dijo:
–No te preocupes por eso ahora, llegará el día en que
entenderás todas las cosas que hoy no comprendes.
–Pero dime, ¿cuáles son los pajaritos que andan libres?
–Los que huyen.
–¿De quiénes huyen?
–De las personas que tratan de cazarlos o matarlos.
–¿Y esas personas son buenas?
–Bueno… en cierto sentido… se puede decir que sí…
–Papi, ¿trancar pajaritos y matarlos es ser bueno?
–Te dije que cuando seas grande entenderás muchas cosas que
los niños de tu edad no pueden comprender.
–¿Mi mamá y tú las entienden?
–Sí, porque somos personas mayores.
–Entonces, si ustedes las entienden, ¿por qué no me las
explicas para que yo también las comprenda?
–Ahora no puedo, porque tengo que hacer algo y tú debes
dormir temprano, mañana tienes que ir para el colegio. Mejor te acuestas y
otro día seguimos conversando sobre todas las cosas que desees saber.
–Antes de acostarme rezaré por mi amigo, el ruiseñor.
–Haces bien, pídele a Dios que proteja a tu mamá, a tu papá,
a toda nuestra familia y también a tu amigo el ruiseñor.
–Dios es bueno, ¿verdad?
–Claro que sí, Dios es el ser más bondadoso que existe.
–¿Él encierra a los pajaritos y los mata cuando huyen?
–No, Dios no es capaz de hacer eso.
–Entonces, ¿por qué tú dices que las personas que los encierran
y los matan son buenas?
–Ya te expliqué que algún día comprenderás todas esas
cosas, ahora debes acostarte, pero antes dame un beso bien grande y ve a
darle otro igual a tu mamá.
El niño se retiró a su cuarto, la
madre le puso la ropa de dormir, le hizo un cuento y le dio un beso,
después salió muy despacio de la habitación y cerró suavemente la
puerta. Cuando estuvo solo, el niño se bajó de la cama, se arrodilló en
el suelo e hizo la oración que sus padres le habían enseñado; después
se quedó un rato pensando y dijo en voz baja:
–Jesús, explícame Tú lo que mi papá no me supo explicar.
Esperó un largo rato y, como no obtuvo respuesta, volvió
a subirse a la cama, cerró los ojos y casi al instante se quedó dormido.
Esa noche soñó que el Niño Dios se
sentaba a su lado y le decía al oído:
–No te preocupes por entender lo que hacen las personas mayores,
cuando seas grande entenderás.
Ambos sonrieron y comenzaron a jugar
corriendo entre las nubes, rodeados por miles de pajaritos de diferentes
colores que volaban en todas direcciones entonando un canto al amor y a la
libertad.
A veces es un poco difícil entender lo que
los adultos dicen. Pero poco a poco irán entendiendo, no se preocupen. Niños,
disfruten su niñez y lean mucho para que sean muy inteligentes
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